miércoles, 30 de mayo de 2012

Y sin embargo, resiste. Pasan las semanas y resiste.



Tengo una sed increíble de luchar, de luchar por ti en cada segundo me quede de vida, en cada segundo que me quede de fuerza; en cada segundo que me quede de voz. Sí, a pesar de no tener ni idea de que voy a hacer el día de mañana, sé que no quiero rendirme, al menos no ahora, no en este presente, no en el futuro que está por venir, no en ese futuro lejano del que un día te hablé.  Tengo ansías de tener recuerdos que convertir en realidad, en rutina, en nuevos sueños; recuerdos que al fin dejen de ser recuerdos para volver a ser nuestra realidad, nuestro mundo; nuestro pequeño paraíso. Tengo miles de ilusiones renovadas que regalarte, miles de momentos que crear junto a ti, miles de sitios que recorrer juntos para por fin disfrutar de todos esos errores que creímos no volver a cometer. 
He estado pensando mucho todo este tiempo y creo que por fin voy descubriendo lo que realmente es el amor; he mirado a mis padres, a mis abuelos, a la gente que me rodea y en todos sus rostros veo lo mismo: resistencia, humildad, fuerza, valentía, lucha, ganas… ¿dónde nos dejamos todo eso? ¿Dónde nos dejamos todas esas promesas que prometimos no hacer? ¿Y todos esos contratos que fingimos cumplir? Tal vez, y solo tal vez, sea el momento de recobrar aquellas promesas y romperlas, una a una, triturarlas, junto con aquello contratos escondidos en el fondo de aquel armario para no volver a ver aquellos fantasmas, olvidarnos de ellos de una vez por todas, porque lo que sí que no podemos evitar es que vuelvan a aparecer esos fantasmas, o dragones o cualquier criatura extraña que nos intente asustar, pero podemos encontrar la fórmula que nos ayuda a vencerlos.
Ahora, después de cambiar la frase “voy a la guarde” por “voy a la universidad” me he dado cuenta de que los cuentos de hadas que me contaba mi madre de pequeñita son bien ciertos, pero no porque me demuestren que existen los dragones, sino porque me enseñan que puedo vencerlos; y te recuerdo, que si algún día caminamos en la misma dirección,  asique ¿por qué no vamos a poder vencerlos ahora?
No es tan difícil, se trata de colocarte justo encima del montón de escombros en los que convertimos todo lo que un día levantamos de una forma tan rápida que cuando sopló el viento se lo llevó, sin dejar rastro. 
Ahora se trata de crear unos cimientos cada vez más fuertes, volver a construir esa casa, esa casa donde cada pilar será un recuerdo nuevo, una fotografía de nuestra vida, quizá una fotografía de esas que se ponen en un marco precioso en el salón para que todo el mundo la pueda contemplar y quedarse prendado de la historia que lleva tras de sí, o quizá simplemente esa que solo nosotros sabemos cuando fue tomada; quizá una biblioteca llena de libros escritos a mano con cada uno de nuestros días y que la gente crea en vano que son pequeños diarios, cuando lo que no saben, es que son los mejores libros jamás leídos; quizá mesas de escritorio con ordenadores y posavasos rellenos de gominolas, para pasar las tardes jugando, sin importar la opinión de nadie, superando metas y obstáculos, matando a todos los “bichos” del camino.  Quizá con sábanas, edredones y cojines rellenos de plumas que después sacaríamos en una guerra contra todo, y lo volveríamos a rellenar con nuestro olor, con ese olor que solo llevarán nuestras sábanas, nuestra casa, nuestra vida; ese inconfundible olor, que a día de hoy no sé como llamar, ¿tú lo sabes? Creo que lo llaman con esa palabra tan ambigua: “amor”.
Y sí, esta puede que sea la casa más difícil de construir, pero a pesar no tener ni pizca de idea de arquitectura te prometo que se mantendría sola, aunque viniera el Katrina.


Pd: No olvides... 

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