Solo hago lo que debo.

Estoy buscando la manera de decirte que me faltas,
que sin ti esta cama parece aún más grande y ya no me abraza.
Estoy buscando la manera de decirte que me hundo,
y que ni tú quieres llegar ni yo estoy preparada para que llegues.
No hace falta que sonrías, me basta con que me des un par de caladas después de darme la mano. Me da igual el "todo irá bien", me da igual porque nunca me gustaron las mentiras.
Intenté aprender a mentirte para poder decirte "estoy bien", pero sabía que eras el único que notarías que lo único que quiero es saltar en pedazos.
Ahora la frase "deja de autodestruirte" cobra más sentido cuando la pronuncian esos labios en los que intento perderme para olvidar. Y sé que a veces, tú también quieres olvidar.
Olvidar que antes era yo, y que ahora solo soy la sombra de lo que amabas.
Olvidar que lo que antes era corriente ahora es un desafío.
Que con tanto que hacer he perdido el control.
Que todo eso de "nunca te rindas" choca contra mi cuello mientras tus manos recorren mi cuerpo intoxicado.
Intoxicado de años, recuerdos y dolor. Intoxicado de camas vacías y caprichos.
De vicios que al final, acabaron por dominar mi vida.
Solía creer que tenía el control,me bastaban pocas cosas para sobrevivir al día a día, y enfundarme ese corsé de mujer fuerte que de vez en cuando me asfixiaba sin escapatoria.
Y de repente tu mano acaricia mi mejilla y vuelvo a ser la persona frágil que se esconde bajo la máscara de una sonrisa. Desaparezco en un soplo, intentando desintegrarme antes de aflojar el corsé.
Pero ahora solo me apetece fumar, ¿qué tal si me das un poco? y ya mañana se me pasará la tontería. Esa de querer quererte hasta morir y de agarrarme a tu brazo como un clavo ardiendo.
Dame un poco y prometo aflojar.
Lo prometo como todas las promesas que se quedan escritas en las notas de propósitos de cada año nuevo.
Te quedabas parado en mi cintura, con las llaves en una mano y las preguntas en la otra. La cordura la dejaste quizá un poco más abajo, donde guardabas los besos de después.
Tengo dieciocho años y he vuelto a nacer más de una vez. Mi madre opina que soy como un gato y tengo siete vidas.
Mi opinión es que simplemente sigo aquí. Quizá porque tenía que conocerte, o quizá porque tu pecho era el único lugar donde esconderse de la tormenta.
Sigo amando la lluvia de los domingos y el despertador de los lunes, la única diferencia es que ya no necesito un despertador, ahora soy como el resorte automático de cualquier revólver antiguo, siempre cargada para explotar.
Quizá todos quieren que explote y que diga de una vez que estoy cansada de la soledad de las noches oscuras,
de darle caladas al cigarro del fracaso, y de que éste nunca se acabe.
Yo lo único que quiero es aprender a vivir.
Pero sigo siendo un pez que a veces, sale a la superficie. Y mi casa sigue siendo el mar en el que me ahogo. Sin pausa, sin detenerme me dejo llevar por la corriente.
Pero ya no pienso, no siento.
Solo abro la boca y mastico.
Como si fuera un castigo, el veneno más sabroso.