domingo, 2 de febrero de 2014

Inhala, exhala.


Pero, ¿por qué habláis de vicios?
Habláis del tabaco como vicio supremo, a lo que le sigue el alcohol, la maría y, por qué no, el éxtasis. Y ya ni hablamos de la cerveza, que debería ser como mínimo, y a estas alturas de locura, nuestra mejor amiga.
Vaya, que subidón. Ya estoy mucho mejor. O no. Bueno, no. Que eso no son vicios, joder.
Que son enganches tontos, de los de "si si, un día de éstos lo dejo" y el "bueno, ya mañana que hoy estoy muy estresada".
Perdona, la vida, si es que a eso le llamas vida, es estresante. Hasta sobrevivir es estresante. Y ya de respirar ni hablamos.
Pero, ¿qué hay de los vicios que son realmente vicios y sabes que lo son porque nunca te desintoxicas del todo? Ni siquiera en una clínica de desintoxicación podrían ayudarte, ni con "venga, unas descarguitas y te reseteo el cerebro". Si si, o... ¿acaso crees que eres algo más que eso?
Pues si sabes que es así, enhorabuena, tienes vicios.
Quizá el típico vicio al capuchino, que ahora se lleva tanto, a las gafas de pasta, al iphone, ipad, mac... (¿es el único que no lleva la "i" delante?). O mejor, déjame adivinar... ¡estás viciado al Candy Crush! Y de fondo la música indie (que también se lleva), cigarro en mano izquierda y gin tonic en mano derecha, como si lo viera.
Pero no sé, se me ocurre algún vicio de los que son de verdad vicios... por ejemplo, ese gesto innato de volver la cabeza para comprobar si el flechazo ha sido mutuo, y el "ayy tia, ¡me he enamorado!", la frase nada realista con la que le cuentas a tu BFF que te has vuelto a enamorar, como cada mañana. Pero hoy es diferente, te lo juro, el de hoy tenía barba.
Colgarte de una sonrisa, perderte en una mirada, vagar por las calles esperando encontrar quien sabe qué pero que sabe que está al caer, y sueltas lo mismo que con todo lo demás "un día de éstos, aparece".
Perderte entre las páginas de quién sabe qué libro que has encontrado en el fondo de una pequeña librería al otro lado del Sena (más bien, al otro lado de la pantalla del ordenador, en esa página cutre de libros gratis).
O ese vicio, que te lleva casi a rozar el cielo, ver tu culo andar por mi pasillo. Los besos de buenas noches o  las noches de buenos besos. Las manos entrelazadas y los ojos que miran más allá. Porque la piel va más allá.
Hacerte fan de los libros que esconde bajo la camisa, y que pretende no revelarte, y viciarte, de forma loca y descontrolada a besarle cada capítulo de su vida.
El vicio de arder cuando te toca. Te despierta. Te arrasa y se larga.
Porque los vicios son como los ojos del Guadiana, que aparecen y desaparecen.
Y sales a la calle, respiras y lo notas. Te subes al metro y automáticamente creas una vida para cada una de esas personas que te asfixian con su olor a colonia, a café y a tabaco, pero sobre todo con el olor inconfundible del "tengo prisa".
Y ahora me desvío, es que me viene una preguntilla muy tonta... ¿cuántas cosas perdemos por el vicio al "tengo prisa"? ¿y por el de "tengo miedo"?
Eso sí que son vicios, que te enganchan y no te sueltan.

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