sábado, 11 de junio de 2011

Odio.


Odio las prisas y las rutinas, me pone nerviosa tener que dibujar líneas rectas porque luego nunca sé seguirlas.
Odio salirme del camino y luego jamás encontrar la forma correcta de volver a él.
Odio las reglas y las imposiciones ajenas,
me cabrean las injusticias y la gente que grita creyendo que tiene razón.
Odio perder el rumbo, gritar en silencio y que nadie entienda que pido ayuda.
Odio notar la incomprensión de la gente, y la falta de sensibilidad.
Odio las mentiras y el daño y la decepción que estas traen consigo.

Adoro mirar el cielo de noche para poder contar estrellas y así poder imaginas quién está en ellas o que significado pueden tener,
me encanta el frío de las noches de verano,
y acurrucarme en una capucha como si ésta pudiera salvarme de todo.
Adoro el silencio de la oscuridad y lo que este provoca en mí.
Me puedo pasar horas escribiendo sin un motivo aparente solo para intentar explicar cómo me siento sin pretender que nadie me entienda.

Odio saber que pierdo el control cuando algo me duele o me va mal, y que aún hoy no sé como encajar los goles; se me marcan las decepciones a pleno fuego en el corazón y luego es demasiado difícil cicatrizar.

Me encanta la lluvia, y notar como se empapan cada uno de mis sentidos en busca de una salida o una huida rápida.
Me incentivan los retos, aunque suelo atascarme cuando no veo la salida,
 y llevo media vida preguntándome donde se supone que está esa dichosa salida.
Suelo soñar con que tengo el poder de provocar sonrisas con miradas,
suelo soñar que puedo hacer realidad mis sueños.
Me encanta hacerme un revoltijo en la cama y que luego nadie me encuentre cuando me pierdo.

 Odio saber que no sé coser heridas, porque siempre que lo intento me acabo pinchando yo.
Odio las miradas vacías, las sonrisas falsas y las palabras sin sentido.
Odio saber que todo lo que empieza se acaba, y que algún día todo se acabará.
Odio no ser lo suficiente valiente para enfrentarme a los problemas, y que éstos nunca tengan solución, solo se transformen;
odio ser débil y dejar que todo me afecte.
Me enervan las personas que se ponen una máscara para no mostrar lo que de verdad son;
la falsedad inútil de la conveniencia.
Odio tener que aceptar que dependo de alguien, y que eso nunca cambiará.

Adoro notar como mis niñas me dan la mano solo para recordarme, que por mucho que lo parezca, no estoy sola. 
Sé que necesito un cambio pero también sé que no tengo ni idea de por dónde empezar...


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