sábado, 19 de noviembre de 2011

Todo lo que nunca te dije III.


¿Sabes?
Cuando empecé a escribir todo esto fue cuando la sentí,
sentí una soledad intensa,
tan intensa que había momentos en los que me costaba escribir.
La sentí ahí, en cada una de las palabras que se dibujaban en el papel cuadriculado,
latiendo, a veces tan fuerte que la onda expansiva me aprisionaba,
latía dentro de mí y eso me hacía más débil,
conforme mi mano se movía más pequeñita me sentía,
hasta que llego un momento en que ella se adueño de mí.

El día que te fuiste se presento en mi vida, sin ni siquiera preguntarme si quería conocerla, se metió en mi cama, en mi cabeza y en mi rutina.
He caminado durando muchas horas intentando sacarla de mi vida,
o al menos, intentando parar sus latidos;
he intentado amaestrarla para que solo aparezca en los momentos en los que te recuerdo, y parecía que lo había conseguido, hasta que recordarte también era un latido incesante.

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