sábado, 19 de mayo de 2012

Soledad que te pegas en mi alma.


Tengo ronca el alma de quererte en esta soledad llena que me ahoga;
tengo los ojos llenos de luz de imaginarte,
y tengo los ojos ciego de no verte;
tengo mi cuerpo abandonado al abandono,
y tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte;
tengo la voz tosca de hablar con tanta gente,
y tengo la voz preciosa de cantarte;
tengo las manos agrietadas de la escarcha,
y tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte.

Manolo Chinato.



Lo que no sabía Manolo es que también tenía el alma rota de tantas salidas y entradas,de tantas decepciones, de tanto jurar que no volvería, que también tenía el corazón despedazado y la sangre adulterada de tantos borrones, de tantas sustancias tóxicas en busca de la solución; lo que él no sabía es que también tenía los ojos vacíos de vagar por el espacio sin nunca encontrar descanso, vacíos de tantas lágrimas acumuladas en ese vaso de cristal, es ese vaso que un día se prometió vaciar y que al final, siempre se vacía solo.
Lo que él no sabía es que también tenía el cuerpo lleno de marcas y cicatrices, donde dejar encajados los dedos, donde volver a sentir ese paso martilleante del tiempo por allí, que tenía el cuerpo débil de tanta caída, y las rodillas peladas de tanto arrastrarte por el suelo.
Lo que él tampoco sabía es que tenía la voz escondida, escondida en alguna parte de su cuerpo que actuaba como cárcel para intentar evitar la catástofe; para no dejar ver que su voz ya no decía lo que realmente sentía, sino solo lo que se sentía obligada a sentir.
Lo que él se olvidó en su poema era decir que tenía las manos llenas de parches y moratones de intentar derribar muros, llenas de caminos que se supone que debería seguir y que siempre se saltaba por la dificultad que esto suponía, de caminos que llegaban hasta esos dedos con las uñas cada vez más cortas que escondían su eterna torpeza.
Lo que Manolo se olvidó decir era la desesperación y el pesimismo que marcaban cada paso del reloj, y que condicionaban cada paso que daba en busca de dejar atrás todo eso; sino, este poema hubiera reflejado perfectamente toda su existencia actual.

1 comentario:

  1. Cuando hay algo que decir, no se puede uno callar, porque callar es morir.

    Y aún así, se me ponen si me besas; rojitas las orejas.

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