jueves, 4 de octubre de 2012

Esta resaca que me come por dentro.



No sé como lo hice para sincerarme aún sabiendo que podía perderlo todo en ese simple y pequeño instante.
Decir esa verdad encubierta por el tiempo que me miraba a la cara desde un rincón de aquel bar y que después de tanto tiempo no sabía cómo ocultarla, y no sabía cómo ocultarla porque cada vez me era más difícil disimular .
Y es que ya no podía comerme el mundo si no notaba su mirada clavada en mi espalda, esperando a que me diera la vuelta  para volver a morderme con esos ojos que tanto me descolocaban, o explicarle quizá que ni todo el tabaco del mundo serviría si le siento cerca.
Detrás de mí respirando sigilosamente para que nadie más se de cuenta.
Y ya no quería tocar otra tapicería que no fuera la de su coche,  riéndome a carcajadas cuando me miraba por el retrovisor y me cantaba esas canciones que tanto me gustaban, de esa forma tan única.
Que difícil era despertar envuelta en sudor, con esa resaca de cables en la cabeza, de cables llenos  de sueños donde todo podía pasar.
Esa resaca de sueños que traicionaba el subconsciente, sabiendo que algún día me tendría que despertar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario