domingo, 14 de septiembre de 2014

Demasiado tarde.




“Y todo por querernos mucho, muchísimo, sí, pero mal”. Risto Mejide.

Fue justo por eso. Por quererte, bueno, a decir verdad fue más bien por no saber quererte. Por sentir tanto y demostrar poco. Por no terminar de llegar nunca.
Pero, ¿sabes esos momentos en los que el miedo te acorrala? ¿Esos momentos en los que estás totalmente paralizado? Así ha sido nuestra historia. 
Idas y venidas. Ir y venir. Idas sin billete de vuelta. Vueltas sin billete de ida. 
Porque al salir de tu cama no encontré el camino de vuelta, y me perdí. Me perdí entre el sí y el no. 
Y el “ya veremos” se quedo por el camino.

Me quede esperando ese “algún día” que no volvió. 
Espere no ser yo la que daba el paso, ya sabes, por eso de que son los hombres lo que andan antes. Por seguir los clichés me quede sin un regreso. Sin que consiguieras quitarme el miedo. 
Por no ser valiente me quede viendo como te marchabas, y mirando. Mirando todo lo que te llevabas contigo.
Espere que levantaras la cabeza y me dijeras que empezáramos a andar, de una santa vez, que nos moviéramos. Aunque muriéramos de miedo, al menos, lo habríamos intentado. 
"Vamos, muévete conmigo" y yo te habría seguido al fin del mundo. Bueno, tú ya sabes que lo habría hecho, que la chica a la que tú querías lo habría hecho. Pero yo ya no era la misma. 
Ya solo había miedo, fantasmas del pasado, cicatrices abiertas y unas manos vacías. 

Llevaba sin verte el tiempo que llevaba sin verme a mí misma. Porque al verte a ti, me veía a mí.
Porque tú eras yo, y a veces, yo también era tú. 
Porque tú eras la palabra nosotros, y sin ti, ya solo estoy yo,
 sin los espejos de tus ojos, los únicos que siempre conseguían encontrarme.
Y mis cuadernos te llaman, te gritan, te buscan. Y yo ya no quiero repetirles que te has ido. Asique me he unido a su grito. 

Te estoy gritando, ¿por qué no me oyes?.


No hay comentarios:

Publicar un comentario