martes, 17 de mayo de 2011

551


Y todo el mundo sigue ajeno,
siguen inmersos en sus inagotables e insoportables rutinas que suelen llamar vidas.
Sin darse cuenta de lo realmente importante.

Se pasan el tiempo corriendo de un lado hacia otro,
con la prisa de llegar puntuales,
sin preocuparse por nada ni nadie más,
 ni siquiera de para regalar una sonrisa.

Siguen inmersos en el tic tac imparable de ese reloj que llevan dentro
y que jamás les da un respiro.
Buscando desesperadamente la forma de parar ese reloj,
de acabar con todo.
 Y en su inagotable búsqueda se conforman con tener dos días de relajación a la semana,
para dormir un poco más o salir con los amigos,
para dedicarles quizá un poco más tiempo.

Y no se dan cuenta de que en realidad, pierden el tiempo,
porque el tiempo reside el corazón 
y en todo aquello que lo hace funcionar;
 en todos aquellos sentimientos que hacen que nos movamos,
quizá por inercia,
por impulsos
 o quizá por alguna ley física de algún movimiento extraño que alguien nos explico en algún curso del colegio y que todavía no entendemos muy bien.

Nos pasamos la vida tratando de encontrar el camino fácil de llegar a la felicidad,
escalando una montaña infinita pensando solo en llegar a la cima,
olvidando el camino recorrido,
haciendo cosas que pensamos que nos llevarán a atraparla,
buscando ciegamente la manera de conseguirla.
Cuando en realidad,
no nos damos cuenta de que es ella la que nos persigue a nosotros,
y nos permite disfrutar día a día de pequeños momentos que nos hacen reír.
 Pero es inútil intentar agarrarla para retenerla,
porque solo cuando no está
es cuando podemos darnos cuenta de que ha estado a nuestro lado en determinados momentos,
 y eso nos ayuda a tener la certeza de que no debemos buscarla,
sino que es ella la que decide cuando volver,
ella es la que decide en la sonrisa de quien aparecerá
o en que leve gesto de cariño se dejará mostrar.

Perdemos el tiempo buscando respuestas a preguntas que quizá no existan
o que puede que simplemente no tengan respuesta.
Nos comemos la cabeza pensando millones de razones de porque nos pasan cosas malas,
cuando debemos darnos cuentas de que cada valla del camino es un obstáculo a superar,
y que ese obstáculo por muy difícil que sea será un nuevo reto por afrontar,
puede que un golpe que nos ayudará a madurar,
a crecer,
tanto por dentro,
como por fuera;
 a cambiar, no solo un corte de pelo nos hace cambiar.

No nos damos cuenta de que quizá y solo quizá todas las cosas que pasan,
pasen por algo;
si hoy tienes obstáculos puede que sea porque mañana tu camino estará libre
y cada error será una lección que tienes que aprender;
 cada caída será una cicatriz que sangrará pero que el tiempo ayudará a curar.

Con el paso del tiempo, nos damos cuenta de la gente que realmente importa,
los de verdad,
los que jamás han llevado una máscara y se limitan a mostrarse tal y como son,
sin miedo,
son los que siempre estarán a tu lado.

Con el paso del tiempo puede que nos demos cuenta de que una sola mirada habla más que un diccionario entero,
y seamos capaces de descubrir ese secreto para luego revelarlo, sin prisa.
Echándole un pulso al tiempo, para acabar ganándole,
porque la recompensa es mejor que cualquier rutina.

Con el tiempo quizá podamos darnos cuenta de que poseemos la mayor cualidad del mundo,
y es la de hacer feliz a los que nos rodean.
Y para eso no hace falta todo el oro del mundo,
ni ferraris,
ni la mejor ropa de diseño;
 a veces, basta con un simple abrazo o una palabra de aliento,
puede que baste con coger la mano del que camina contigo para recordarle que estás a su lado,
y que el camino tiene piedras pero ya no hay porque tener miedo,
porque el miedo es un sentimiento inútil que nos ciega y no nos deja ver lo que de verdad importa, que nadie está solo.

A veces,
la persona que menos te esperas se convierte en el centro de tu pequeño universo,
haciéndote la persona más feliz sobre la faz de la tierra;
y tú levantas los ojos al cielo día a día
rogandole a las estrellas que nadie te arrebate esa felicidad incontrolada que sientes cuando le ves, rogandole que nadie te mueva de allí,
que nadie pueda arrebatarte cada momento que has pasado,
cada beso,
cada abrazo
o cada mirada en esa habitación blanca y fría que por un segundo se convirtió en el mejor sitio del universo;
 porque a pesar de estar encerrados,
estabais juntos,
curando cada herida, de raíz, desde cero.

Pides que nadie te quite esas ganas locas de correr a abrazarle,
esas mariposas incontrolables que sobrevuelan tu estómago cada vez que te mira
o esa sonrisa que sabes perfectamente que lleva tu nombre;
cada frase en clave que habéis inventado en busca de haceros sonreír
y que nadie más es capaz de entender,
o cada símbolo matemático escrito en vuestras muñecas.

Y entonces es cuando sientes que lo has conseguido,
que has llegado a la cima;
has conseguido la fórmula para parar el reloj,
sin hacer ningún tipo de cálculo matemático,
sin ninguna fórmula física,
sin esperarlo;
apareció en un bar,
 con solo una sonrisa.

¿Te das cuenta?
Todo el tiempo que has perdido
 llorando,
chillando
y pidiendo explicaciones en dos mil noches en vela,.

Y en ese preciso segundo ya sabes que quieres ser de mayor,
y lo sabes cuando ni siquiera has llegado a hacer selectividad o ninguna prueba de acceso;
cuando ni siquiera tienes la edad de decidir quién será el presidente de tu gobierno,
cuando ni siquiera puedes decidir muchas cosas sin tener en cuenta la opinión ajena;
 pero lo sabes perfectamente,
sin dudarlo en absoluto.
Quieres ser la dueña de un pequeño banco de tiempo,
donde guardar cada gesto,
sonrisa o recuerdo que te ha hecho feliz
para que en los momentos de bajada puedas volver a ser tú misma,
y no dejar que nada ni nadie te controle;
para no dejar que el mal se apodere de tus horas,
ni que el miedo te arrastre a la oscuridad;
para que todas esas sonrisas guardadas en el banco sean capaces de ganarle el pulso al dolor,

Encender una vela que de luz
y que ese dolor se vaya por donde ha venido,
sin dejar ni un solo rastro.

Un banco donde guardar infinitas sonrisas que regalar día a día,
sin importar para quien sean,
pero con el único propósito de crear más y más sonrisas,
para así fabricar miguita a miguita un camino que atraiga la felicidad a los que te rodean,
esos que te hacen feliz
y que sabes que sin ellos,
no serías nadie.

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