jueves, 3 de mayo de 2012

Dobbiamo continuare ad essere una famiglia.


Y ahí estaba yo, encima de ese gran bulto naranja, peleándome con ella, luchando por cerrar esa maleta demasiado pesada; me había pasado varios días pensando que meter en la maleta, la llené de "por si acaso", la llené de todas esas cosas sin las que no podría estar una semana, de todas esas cosas que había acordado con ella que me llevaría yo, pero sobre todo y lo que más pesaba eran mis ganas de irme, de irme allí donde ni siquiera utilizaríamos el móvil, allí donde poder liberarnos de la carrera a contrarreloj que estábamos viviendo, allí donde poder perdernos sin ni siquiera ver tierra cerca nuestra. El reloj empezaba a amenazarme, mientras que mi móvil emitía sus últimos berridos; salí a la calle y noté como el agua caía sobre mí, pero solo me salía reírme, "14 de abril de 2012", y me reía del aniversario de ese hundimiento, me reía de todos los hundimientos posibles, pensando en que me daba igual, me daba igual perderme allí, sobre todo después de lo que iba a vivir. Empezaba ese tráfico de padres alborotados levantando las manos mientras nosotros no dejábamos de sonreír, mientras nos colocabamos en los asientos enormes de aquel autobús, porque este, este realmente era nuestro momento. Era el momento de liberarnos de sacos de agobio y de ansiedad, era el momento de ser solo nosotros, de estar solo nosotros, dejando atrás todos los problemas, al menos por unos días. Aún me parece mentira lo que sentí al llegar a aquel puerto donde empezaba mi sueño, me parece mentira el temblor de mis piernas al ver aquella sorpresa, aún me cuesta no sentir ese nerviosismo por rellenar bien todos los papeles, ese nerviosismo al subir por aquella escalera, al mirar bajo la pasarela y ver aquellas manos diciéndonos "adiós". Me parece mentira estar allí, dentro de nuestra pequeña "casa", dentro de ese pequeño mundo donde las mañanas empezaban con un "apaga la alarma coño, por cierto, buenos días" y aunque no lo crean, para mí fueron los mejores "buenos días". En ese barco se unieron múltiples "casitas" para crear un pequeño "barrio" donde a los "buenos días" les acompañaba un beso y un abrazo después de una larga noche, y donde las noches acababan con los primeros rayos de sol. Ahora, tengo la cabeza llena de fotografías, fotografías de aquel amanecer frente a Mallorca, fotografías de aquella noche en la que cada uno de nosotros fuimos otra persona para hacer reír al de al lado, de aquella noche en la que nos poníamos "de gala" para poder conocer a nuestro capitán y solo pensabamos "por favor, no nos hundas" o aquella otra noche en la que todos brillabamos en la discoteca al imitar a los ibicencos. Aún tengo la cabeza llena de fotografías de alta calidad de cada ciudad italiana que pisamos durante esos días, cada ciudad que nos "teletransportaba" a otro mundo sin necesidad de un mono azul. Y ahora es cuando me he dado cuenta de la huella que hemos dejado en ese país que tanto hemos admirado, ahora me he dado cuenta de que hemos recorrido juntos todo este sueño, y de que ha sido aún mejor de lo que podríamos esperar. Ahora me he dado cuenta del valor de la palabra "amistad" o "familia", me he dado cuenta de lo poco que cuesta regalar una sonrisa y el bien que ésta produce. Ahora me he dado cuenta de lo mucho que les necesito, a cada uno de ellos, a cada granito de sí mismos aportado por cada uno, cada palabra de admiración y de ánimo cuando el cansancio hacía estragos, cada mano que nos hemos dado para atravesar esas ciudades que siempre veíamos en los libros. Ahora me he dado cuenta del bien que hace ponerle el hombro al otro, para dormir, o simplemente para escucharle y decirle con la mirada "mira donde estamos, y juntos". Cuando me vi parada en aquella Fontana tuve tantos deseos en mi cabeza que me tuve que parar a pensar, entonces lo tuve todo muy claro "que sigamos siendo una familia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario