miércoles, 9 de enero de 2013

Cada año una nueva lista sin un denominador común.


Siempre fue más fácil salir de la cama a hurtadillas, sin darte los buenos días, sin aquellas falsas promesas de tu amor desesperado, desesperado por buscar aquella droga que te lleve a vivir de esa forma loca que siempre deseaste.
Fue más fácil dejar de escuchar aquellas palabras que repetías cada año nuevo, esa lista que hacías para intentar saber que pasaría con nosotros otro uno de enero.
Empezamos a dejar de creer en ese "nosotros" que nunca había existido, esos "tú y yo" que siempre acababan con un "yo...", con un "necesito" que lo pedía todo sin dar nada a cambio.
Nunca necesitaste besos de buenos días ni palabras demasiado sentimentales, te bastaba con el cariño ebrio de las noches a escondidas, de la pasión atada a un siempre que no acaba nunca, a un adiós sin fin.
Me buscaste en diciembre para perderme en enero, con la nieve en los bolsillos y la calefacción en los asientos del coche.
Me encontraste en aquella barra, con la mirada perdida en el fondo del vaso, con el alma escondida en cada hielo de mi copa, con el corazón aterrado por encontrarte una vez más.
Los hielos se derretían en el fondo de mi garganta, mientras tú soltabas el mismo discurso de cada año, solo variando el nivel de dramatismo usado para intentar persuadirme, para pedirme una vez más olvidar todo y perder la cabeza por ti.
Nunca fui demasiado realista, me gustaba el juego de perdernos para volver a encontrarnos dos copas más allá, me gustaba saber que tarde o temprano te acordarías de mí y volverías. Pero volvió a acabar la noche, y con ella las ganas locas de tenerme entre tus brazos.
Nunca supiste cuidar las cosas que te rodeaban, siempre lo dejabas todo para el día siguiente, hasta que la montaña era tal que decidías dejar todo en un rincón de tu vida, con aquella conversación que siempre dejabas pendiente en un constante "escribiendo...".
Nunca pensaste que la valentía fuera un traje con el que vestirse todos los días, pero si recurrías a su nombre cuando creías que el mundo era tuyo. Nunca pensaste que yo también quería huir de ti, al igual que tú cada amanecer.
Y entonces, mezcle la ira con el humo del cigarro y cerré el libro, ahora solo me pregunto si algún día volverás a estar en la lista de propósitos tontos para empezar un año.
Le di el último sorbo a aquel veneno que corría por mis venas demasiadas veces y lo decidí, decidí que por fin, me haría cargo de mi vida.



Y las promesas terminaron por borrarse.

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