jueves, 17 de enero de 2013

Do not close, you don't go far away.


Encontrarnos una vez más, en mitad de aquel volcán que siempre dejábamos sin cerrar, salpicando lava.
Salir corriendo, sin mirar atrás, sin volver a mirarte. Sin preguntar una vez más si tenías algo que decirme.
Salir huyendo de tu coche, con la mirada perdida en lo que pudo ser y de nuevo no fue, sin esperanzas en un cambio.
Un cambio. ¡Eso es! Un cambio. Pero no, entonces no seríamos nosotros.
No seríamos nosotros sin tener que huir, sin esquivar las miradas y ser el mayor secreto de nuestras vidas.
Sin esas leves caricias, sin esos susurros sin sentimientos en voz alta, ¿qué sería de nosotros entonces?
Nunca aprendimos a querernos, tampoco lo intentamos. Tampoco te lo planteaste.
Nunca supiste decirme "quédate" y yo nunca me liberé de ese miedo inmenso a perderte.
Nunca supiste decirme "te necesito" cuando yo intentaba como un reptil volver a quererte. Pero en realidad, tampoco supe muy bien como quererte, no supe hacerlo cuando dejabas las conversaciones a medias, cuando me asegurabas lo difícil que sería querernos.
Si algún día encuentras a la dama de la facilidad, dímelo, me encantaría pedirle consejo para afrontar cada situación.
Entonces quise frenar y como siempre no pude. Quise decirte que no volvieras a besarme cuando mis labios lo pedían a gritos, traicionándome de nuevo, como cada vez que estás cerca.
Quise dejar de ser una serpiente y no fui capaz de dejar de sentir tu ausencia.
Quise dejar de sentir que fuiste el primero en no decirme "¿volverás mañana?".
Dejar de sentir que mi vida es y será un pedacito de la tuya. De la loca vida que creamos jugando y a la que nunca supimos decir "GAME OVER".

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